Mi conversión al trabajo cooperativo

CastellersHace unas semanas metí en mi portafolio de master una entrada acerca de cómo había cambiado mi actitud hacia el trabajo en equipo. Hoy me gustaría reelaborar el texto aquí.

Ni en la escuela ni en el instituto hice mucho trabajo en grupo y el recuerdo que tengo de ello es malísimo: en la mayoría de los casos yo hacía prácticamente todo el trabajo pero la nota era igual para todos -¡y qué rabia me daba!. En la carrera no es que hiciera poco trabajo en grupo, sino que no hice nada, cero patatero. Haciendo el CAP sí que tuve que hacer varios trabajos en equipo. Seguía sin hacerme mucha gracia, lo confieso. Así que como no tenía mucha fe en el asunto solía hacer mi parte y, por si acaso, también la del resto.

Así es que cuando llegué a este master mi actitud hacia el trabajo en equipo era bastante negativa. Pero pronto cambié de opinión (creo que durante las dos primeras semanas). La gente con la que he hecho la mayoría de los trabajos se toma las cosas tan o más en serio que yo y goza de toda mi confianza. En un equipo así sí que me gusta trabajar. He comprobado que trabajando en grupo el resultado final es siempre más completo y que aprendo mucho más (el comentario y discusión constante de ideas las aclara y fija en la memoria). Otro factor positivo que veo es que el compromiso con los demás funciona muy bien como aliciente al trabajo (el haber quedado para trabajar nos disuade de dejarlo para otro momento).

Claro que trabajar en grupo no es tan fácil siempre. La toma de decisiones puede llevar mucho tiempo y esfuerzo si no todos están de acuerdo -que es lo más probable, es más, y sano. En estos casos la negociación llega a comerse un montón de tiempo. Pero también he aprendido a verle el lado positivo a esto: negociando no perdemos el tiempo sino que desarrollamos nuestra capacidad de negociación, una cualidad más que deseable en cualquiera. En este sentido, el trabajo en equipo vuelve a ser presentar ventajas. Al hilo de esto, comentaba hoy en clase Ernesto Martín Peris que en unas jornadas sobre docencia a las que asistió uno de los oradores -de la Universidad Politécnica de Catalunya- les contaba que las empresas les decían que ya no querían más matrículas de honor sino más sietes y ochos (cooperativos, no excelentes y sobrecompetitivos). Creo que éste es un gran argumento a favor del trabajo en equipo para quienes lo ven como un obstáculo a la hora de conseguir la máxima calificación.

Hasta ahora -intencionadamente- he hablado indistintamente de trabajo ‘en grupo’ y ‘en equipo’. Pero ha llegado el momento de hacer una importante distinción. Antes de este master yo había trabajado en grupo, es decir, hacía un trabajo dentro de un colectivo en el cual los diferentes integrantes tenían diversos grados de implicación y hacían aportaciones desiguales. Esto no mola, y mucho menos si tú eres quien tira del carro. En cambio, en este master trabajo en equipo, trabajo cooperativamente: todos curramos, cada uno a su manera, pero todos estamos implicados por igual y aportamos nuestro granito de arena de forma coordinada y cooperativa; es como en un equipo de fútbol, uno hace de portero, otro de delantero y otro de entrenador, pero todos están en el mismo barco y tienen el mismo objetivo (en este caso, ganar cada partido). Dentro de me equipo me siento a gusto y confío en mis compañeros al cien por cien, aunque no comparta muchas de sus maneras de hacer o ver las cosas. Me parece muy importante señalar esto último, por que puede haber quien piense que todos tienen que pensar y hacer igual para que un equipo funcione. No, yo creo que en este caso -como en tanto otros- la diversidad supone riqueza.

Bueno, lo dejo que me estoy enrollando mucho.

Conclusión: haber terminado con este prejuicio y haber desarrollado una actitud positiva hacia el trabajo cooperativo me parece uno de los logros más importante que he realizado a través de este curso. Me declaro orgulloso de haberme convertido al trabajo cooperativo.

3 pensamientos en “Mi conversión al trabajo cooperativo

  1. maribelele dice:

    Es una reflexión muy interesante la que haces. Yo también recuerdo los trabajos en grupo que nos hacían hacer en el colegio; es más, recuerdo una clase de historia en 1º de BUP donde se todo se hacía en grupo. Aquello era bastante innovador por parte del profesor. También recuerdo que el profesor para evitar que en los grupos se crearan roles definidos nos iba haciendo cambiar de grupo para que toda la clase trabajase con toda la clase. El resto de experiencias que tengo de trabajo en grupo son el la facultad y de eso hace algo ya de tiempo. Sin embargo, tengo que decir que funcionábamos bastante bien. En mi licenciatura eramos un grupo de diez personas que nos ayudábamos en todo lo que podíamos. Recuerdo que nos turnábamos para asistir a clase y coger a puntes, formábamos equipos para elaborar apuntes o estudiar. No sé, creo que en ese aspecto he tenido suerte. Siempre he considerado que trabajar en grupo o formar equipo con alguien te aporta otra visión diferente a la tuya y no te quedas anclado mirando siempre a un mismo punto. En fin, Iñaki, al final me ha salido el «abuelo cebolleta» que llevo dentro y te he contado un rollo 🙂 .

    ¡Saludos!

  2. Ernesto dice:

    Me alegra mucho leer estas reflexiones sobre el trabajo en cooperación. Espero que al final del curso se hayan consolidado y enriquecido, si cabe.

    Quiero felicitarte, Iñaki, por lo acertado de la elección de las ilustraciones con que acompañas tu reflexión. No podías haber puesto otras más acertadas, especialmente la fotografía de los ‘castellers’ (por cierto, parecen los mismos colores que visten los de St. Cugat dle Vallés, el pueblo donde vivo; ¿sabe si lo son? Se trata, supongo que lo sabrás, de una actividad tradicional catalana en la que participa todo el mundo; noy ha espectadores, puesto que la gente que ha acudido a contemplar el espectáculo se acerca a la base de las torres humanas que se erigen, para «hacer piña». Me impresionó la primera vez que lo vi, y me sigue impresionando. El logro es colectivo, y lo corona el más joven del equipo (que, por su peso y agilidad, puede trepar a lo alto de la torre).

  3. […] ya algunos meses narraba aquí mi conversión al trabajo cooperativo. En realidad, esa conversión no habría sido posible sin la grata experiencia de trabajar codo con […]

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